Dice Morrison que antiguamente los escultores mediocres rellenaban las carencias de sus obras con cera. De ahí viene la palabra sincera, la escultura que es perfecta y no tiene defectos y que no engaña. Desde las voluptuosas venus de Willendorf del 20.000 a. C. a las lipoesculturas repasamos el arte del volumen y la forma. Las manos de la foto son de Bernini. Ir a descargar
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