El programa de la Desgracia quedó muy bien, hablamos de la providencia, de las catástrofes y de vasos medio vacíos, y por pura coherencia vivimos una desgracia: no grabamos el programa. Bendita-maldita tecnología. Aún así, y eso fue más o menos la conclusión del programa, de la desgracia se aprende, nos hace lo que somos, pero también y sobre todo, cuando llega siempre duele.
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