GOLPES DE ESTADO CASUALES

El 21 de diciembre de 1989, el presidente rumano Ceausescu, molesto por una pequeña revuelta que se había producido en Timisoara en favor de un sacerdote protestante, se decidió a participar en un mitin en Bucarest.

Un solo hombre entre la multitud, Nica Leon, harto a morir de Ceausescu y de la terrible situación de la que el presidente era responsable, comenzó a gritar en defensa de los revolucionarios de Timisoara. Las gentes que lo rodeaban, obedientes hasta el final, pensaron que la proclama “¡Larga vida a Timisoara!” era el último eslogan político del régimen, por lo que se unieron al cántico. Sólo en el momento en que Nica Leon comenzó a gritar “¡Abajo con Ceausescu!” comprendieron que algo no encajaba. Aterrados, trataron de alejarse de él a toda prisa, soltando las pancartas que portaban. En medio del follón, las pancartas acabaron pisoteadas, las mujeres chillaban… el pánico se tradujo en un clamor que sonaba como un abucheo.

Estaba ocurriendo lo impensable. Ceausescu estaba allí, de pie en el balcón, grotescamente paralizado por la incertidumbre, boquiabierto. Incluso la cámara que recogía las imágenes temblaba por el miedo del operador. El jefe de seguridad atravesó a toda prisa el balcón, llegó hasta el presidente y susurró: “Están entrando…”. El micrófono estaba encendido, así que sus palabras fueron emitidas por la radio en directo para toda la nación.

Así comenzó la revolución. En menos de una semana, Ceausescu había muerto.

Banksy, Wall and Piece